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De la nueva empresa de educación superior

La educación pública, laica y gratuita hoy en día es cada vez más un mito, o una chapita en la solapa de algunos políticos que van de progresistas, y no quieren resistirse a la cara más feroz del liberalismo económico. La educación pública, en los primeros años de vida es un trance esquizofrénico entre el deber y no el no poder. "No-poder" de las personas educadoras para crear espacios alternativos, debido a las leyes y exigencias curriculares de un gobierno central fascista; No-poder, de los agentes educativos en general (profesores/as, alumnas/os, padres y madres y sociedad) de participar en la gestación de una educación nueva, para la vida nueva que ha de venir. En definitiva: No-poder impuesto por aquellos que representan el "eje del bien" en cualquier esfera de lo político, lo social y lo económico.

Las universidades no podrían quedar al margen, ya que de ellas se esperaban las innovaciones en los conocimientos para la transformación social.

El nuevo modelo de universidad que se nos plantea, a nivel europeo, y en nuestra casa más feroz que en cualquier otra parte, es un modelo elitista, con impedimentos o filtros para dificultar el acceso popular al conocimiento superior. ¿Cuántas pruebas finales habrá que superar para llegar al conocimiento superior? Los "libremercadistas" (por llamarlos de algún modo) nos han "colado" nuevamente la reválida (en vez de la selectividad), lo cual viene a ser el mismo tipo de filtro para hacer menos accesible a las clases trabajadoras el conocimiento científico. Este concepto lo habíamos superado ya en la 2ª república, recuperado en el franquismo hasta nuestros días. Ni mil años de PSOE hubieran liberado a nuestra sociedad de este yugo, por que ni a unos, ni a otros interesa que el pueblo sea culto. Pero esto no es todo; recuperamos la reválida y, además, según la nueva ley de universidades (la LOU), cada universidad puede crear la prueba de acceso que considere adecuada, para dificultar más dicho acceso. Esto nos llevará a distinguir, como los ingleses, entre universidades "vulgares" y universidades de calidad y, por tanto para las elites que puedan pagarlas.

Pero esto no es más que la punta del iceberg, ya que, actualmente, desde las cúpulas políticas y económicas europeas, se está gestando la transición total hacia un modelo único de empresa universitaria; ello será mediante la implantación de un sistema europeo común de créditos y de carreras universitarias. Los proselitistas del progreso se friegan las manos y se llenan las bocas de discursos sobre la conveniencia de esta "convergencia europea"; sin advertirnos de los peligros de esta reforma.

El sistema de créditos es un modelo para cuantificar valor a asignaturas, que son partes integrantes de un conocimiento y que, superadas en la cantidad que las titulaciones exigen, otorgan al que estudió una credencial que justifica esos estudios. De aquí la promesa de que, si estudias mucho (y tienes títulos) tendrás un trabajo mejor remunerado (nada más lejos de la realidad actualmente, sino, obsérvese la precarización laboral que sufrimos). Pero, además, el sistema de créditos ya era más un estorbo que un bien, debido a que se redujo la duración de las carreras a cuatro años, teniendo que superar hasta diecisiete asignaturas por año (en algunos casos); la división de las disciplinas en tantas asignaturas, no ha hecho otra cosa que entorpecer la visión global de lo que se estudia, ya que, al fraccionar el conocimiento, se pierde el sentido mismo de lo que se estudia .

Un crédito nuestro, actualmente, corresponde a 10 horas lectivas (de asistencia a clase). Un crédito europeo valdrá 30 horas; lo cual todavía no tienen claro como se repartirá (lo que si saben es que tendrán en cuenta las horas de trabajo o estudio de los estudiantes).

Quién quiera estudiar y sobrevivir lo va a tener más duro, ya que, además de tener que trabajar para vivir, deberá de trabajar para una universidad de manera impuesta (no voluntaria). No quisiéramos alimentar la improbable dicotomía estudio-trabajo, tan solo resaltar que, a la precariedad laboral ya existente, le podrá superar la explotación de trabajar gratuitamente para una universidad u otras instituciones asociadas (que, hoy día no la sufren ni los becarios); también cabe prever que haya un aumento de las cuotas de estudio, por aumento del valor en créditos de las asignaturas.

Ya asoma un poco más el helado iceberg, pero todavía no da ni para los cubatas...

La LOU nos precipita en una pérdida de poder decisorio del alumnado, tan sólo desean una cúpula en cada facultad y otra en el rectorado de cada universidad, que gobierne desde la mayor verticalidad posible, no dando posibilidad a que los universitarios hagan la universidad. Se terminaron las organizaciones de estudiantes, no son legítimas para ellos, se acabó el trabajo de base para la creación y sentido de lo que se hace. Se terminaron los colectivos de estudiantes (al menos reconocidos a nivel formal).

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